lunes, 28 de noviembre de 2011

Antes de morirme

Antes de morirme, quiero recorrer el mundo. Mi destino preferido es Nueva Zelanda. De Europa me gustaría conocer sobre todo Italia, especialmente Florencia, Venecia y Roma. Y Grecia. Londres y Francia son también países que me gustaría visitar.
Antes de morirme, quiero practicar deportes de riesgo. Puenting, paracaidismo, barranquismo...
Antes de morirme, quiero aprender a esquiar. Quiero leer millones de libros y escuchar millones de canciones. Ver buen cine y asistir a todas las obras de teatro posible. Contemplar de cerca la belleza de la danza clásica. Aprender a tocar el piano, mejorar la equitación y desenvolverme -aunque sea un poco- con el patinaje sobre hielo.
Antes de morirme, quiero conocer a una nieta a la que me encantaría que llamasen como yo. Inventar un chip que sirva para localizar lo básico: móvil, llaves y cartera. Pintar toda una habitación como de un lienzo se tratara, independientemente de que luego no la use o la vuelva a pintar.
Antes de morirme, quiero escribir y publicar un libro y muchos relatos y artículos de opinión. No busco ser especialmente conocida pero me encantaría poder ganarme la vida con ello.
Antes de morirme, quiero dibujar miles de cosas y aprender al menos dos idiomas más. Mejorar el inglés. Me encantaría tener dos carreras: periodismo y psicología o periodismo y bellas artes. Incluso las tres, por pedir que no falte.
Antes de morirme, quiero escribir una carta a todos aquellos que han significado algo para mí. Tener unos hijos a los que querer y a los que cuidar.
Antes de morirme, quiero vivir mil experiencias más, para que antes de morirme, pueda tener diarios y fotos que poder consultar cuando sea una abuelita y que me traigan recuerdos. Buenos o malos, pero míos al fin y al cabo.
Antes de morirme, quiero vivir. Porque como diría Miguel Hernández, yo quiero morir viviendo.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Sinsentidos

A diario me decís que estoy loca, pero desde mi punto de vista vosotros estáis locos y no yo.
Puede que pocas de las cosas que yo hago tenga una razón aparente, pero lo cierto es que no suelo hacer ni decir cosas sin sentido. En mi cabeza la mayoría de las cosas tiene una lógica que vosotros -y he de reconocer que a veces yo también- consideraríais surrealista. Ya he mencionado que casi todas mis manías son completamente absurdas, pero en mi cabeza todo eso tiene un orden que debe ser respetado. Dejar el centro del bocadillo para el final, definir el volumen en un número par, cerrar la puerta y tirar de ella dos veces más antes de irme; dejar los envoltorios de las pastillas sin el papelito que las cubren de aquellas que ya se han consumido, y trocearlo de forma que mi madre siempre grita indignada un "¡mira cómo me has dejado el salón!". Ordenar los libros de lectura en las estanterías según el color, de forma que no quede repetitivo, y asignar a cada asignatura un color determinado; historia amarillo, matemáticas rojo, valenciano naranja... Sentarme con las piernas cruzadas y balancear el pie. No dejar nunca botellas abiertas. Mover el yogurt hasta que quede líquido. Dejarme lo que más me gusta del plato para el final. No tener muchas pestañas y/o ventanas abiertas en el ordenador.
Reconozco que no soy normal, pero porque pienso que todos somos especiales a nuestra manera.

martes, 22 de noviembre de 2011

Memorias

Mentiría si dijera que me voy a olvidar de ti y que no has significado nada para mí. No se puede vivir eternamente de los recuerdos y más en una situación difícil. No niego que haya sido una situación difícil por mi culpa, de hecho no niego que la culpa de todo esto sea sólo mía. Quizás yo no sea más que una niña caprichosa que no sabe lo que quiere, o que no quiere nada y lo quiere todo. No lo sé y creo que nunca llegaré a saberlo.
Creo que nunca antes me había sentido tan mal y puedo asegurar que prefiero que me hagan daño a hacer daño yo. Y más si ese daño se hace a una persona que no se lo merece en absoluto. No quiero extenderme porque igual que yo tomé una decisión, tú has tomado otra y ante todo quiero que sepas que te respeto. Te estoy echando muchísimo de menos y lo voy a seguir haciendo. Nunca antes nadie me había tratado como tú ni creo que nadie lo haga. Fuiste mi apoyo en los días en lo que todo se derrumbaba y te estaré eternamente agradecida. Siento todo el daño que te haya podido hacer, sólo espero que algún día podamos volver a hablar y ser amigos, como antes. Espero saber de ti de vez en cuando. Por enésima vez, te repito que yo estaré aquí siempre que lo necesites, sea la hora que sea y sea para lo que sea. Has significado y significarás mucho para mí y nunca te voy a olvidar. Lo siento, de verdad. Nunca quise hacer daño a nadie, y menos a ti. Gracias por todo. N

jueves, 27 de octubre de 2011

Añoranzas

Creo que fue antes de ayer cuando tras escribir una página en mi diario -Sí, tengo un diario desde los 7 años. No, no escribo todos los días, ni muchísimo menos- y me dio por mirar las páginas anteriores. Entre las burdas tonterías de quien escribe con unas faltas de ortografías que bien podrían dejar ciego al lector pero que, por otra parte, son totalmente comprensibles teniendo en cuenta mi edad de entonces, he encontrado algo mucho más actual (cuando acabé 4º de la ESO) que me ha traído muy buenos recuerdos. Es por ello que deseo compartirlo aquí también. Al margen de lo mal escrito que esté el texto, y las numerosas mejoras que de él -soy más que consciente- se pueden hacer, he creído conveniente no modificarlo para que conserve su "esencia".



26/06/09


Querido Diario:
Increíble, pero cierto. Aquí estoy, con mis dieciséis años y mis mil millones de ideas, pensamientos y locuras. Hacía tiempo que no te escribía.
Hace poco acabé el colegio. Y me da tanta pena... Por la gente, mi gente, que tanto he aprendido a querer. Por Fer, Pedro, Quiño, Tania, Esti y mil personas más, con nombres y apellidos. Por Juan Bautista, que en lo referido a lo académico es el mejor profesor que he tenido nunca. Culto e inteligente, me fascinan sus historias, sus mitos griegos, sus leyendas, sus curiosidades sobre el latín, su conocimiento de lenguas. Es un hombre prudente, con muchas cosas que contar; entre ellas unos chistes con los que te ríes mayormente por cómo los cuenta. Adoro a este hombre, y agradezco todo lo que ha hecho por mí. A Pablo, Pablito, ese hombre que se ganó mi admiración por sus ganas de conseguir un mundo mejor y más justo. Recuerdo que una vez, hablando de la Globalización (me daba ética, qué raro se me hace escribir el verbo dar en pasado) leyó un texto de un publicista que hablaba de lo que esconde el fenómeno, pero cortó una parte porque decía que no le parecía adecuado leerla. Al final de la case, una amiga y yo le pedimos la fuente del texto para leerlo nosotras. Dijo que no lo creía prudente. Insistimos y como prueba a su disconformidad por este hecho, nos mostró una frase que decía así: "este verano se llevarán los pechos más altos que los hombros y el chochito rasurado". LE dije medio en broma que si no me permitía informarme, yo no podría desarrollar mi espíritu crítico, y si no lo desarrollaba no podría defenderme del estado de opinión pública que pretendía crear el cuarto poder o Mass Media. Él se rió ante la seguridad de que me estaba divirtiendo a su costa, visiblemente sorprendido ya que, aunque divertidos, mis argumentos no dejaban de ser ciertos. Me dio una palmada cariñosa y me dijo: "Lis, yo creo que tú eres una chica muy inteligente con tus ideas bien claras que no necesita esta información". 
Pienso que sabía que yo no me iba a quedar así. Sin su ayuda, ni de nadie, busqué el texto. Lo conseguí y lo leí. Cuando se lo dije sonrió y puso una cara qué bien podría significar "vaya tela".
Echaré de menos a Román, ese hombre tan cómico con el que tantas veces he discutido. Pero nuestras discusiones eran para grabarlas. Ambos tenemos un humor peculiar, nos encanta la ironía y el sarcasmo. Yo no me cortaba con él, y sé que él se lo pasaba bien conmigo. Este personajillo tan parecido a Mario Bross que nunca olvidaré me aprobó cuando no aprobé el examen, porque en una de nuestras conversaciones me dijo que si aprobaba las demás asignaturas, él no me dejaba para septiembre. Cumplió.




El texto continúa con otros temas pero no creo que sea necesario ni conveniente exponerlos aquí.
En cualquier caso, creo que añadiré algunos otros textos de este mismo diario, que me hacen evocar recuerdos (buenos y malos) y reflexionar sobre lo mucho y a la vez poco que he cambiado a lo largo de todos estos años.

jueves, 20 de octubre de 2011

Pequeños placeres.

Es así. La vida es completamente aprovechable. Hay que saber disfrutar cada momento como si fuera único. Porque al fin y al cabo, cada momento es único, diferente.
No se trata de recordar lo inútil que es nuestro día a día, las pocas emociones que vivimos de forma cotidiana, porque es eso lo que, en definitiva, provoca en nosotros un efecto de total dejadez que nos desmotiva.
A menudo nos quejamos de nuestra rutina, pero pienso que se trata simplemente de saber tener una visión diferente de la vida. La más aparentemente insignificante de las cosas puede provocar en nosotros un gran placer. Y aquí entra en juego el famoso tópico de "el placer de las cosas pequeñas".
Saber escuchar la lluvia caer con fuerza contra el cristal, ese repiqueteo que tan agradable resulta especialmente antes de dormir. El armónico sonido que producen las olas al chocar, o el panorama cuando visualizas como una ola arrastra a otra de forma interminable. Un abrazo, un beso, una caricia o cualquier otra muestra de cariño. El tacto de un grupo de legumbres crudas y frías ahogadas en ese recipiente que tu madre usa para cocinar. Arroparse, arropar a alguien o despertarte cuando alguien te está arropando. La sonrisa de un niño pequeño o de tus abuelos, especialmente cuando la causas tú. El olor a café o a pintauñas. Observar eso que pocas personas poseen; la capacidad de sonreír con la mirada. Sentarte frente al fuego y no apartar la mirada de las llamas mientras el calor de éstas te abraza. Las lágrimas provocadas por un libro, una canción o una película. Y numerosas cosas más; entre ellas el placer que produce saber que numerosas cosas más provocan en nosotros una sensación de paz interior y de felicidad.
Vive; no te limites a ver tu vida pasar.

lunes, 3 de octubre de 2011

Racismo

Mi profesor de antropología afirma que las razas entre los humanos no existen; que el hombre es el único Ser del mundo en el que raza y especie coinciden. Y puede que tenga razón, al fin y al cabo es él el especializado en el tema y no yo.
Pero -y aquí viene el pero- hoy no estaba nada de acuerdo con lo que decía, y estoy segura de que él era consciente. Nos aconsejaba que como futuros periodistas tengamos en cuenta que cuando en un artículo se utilizan adjetivos como "un hombre de raza gitana" tiene connotaciones racistas o carece de conocimientos previos. Pues bien, estoy de acuerdo en que hay que luchar contra el racismo, pero habrá que empezar por pensar que el ejemplo anterior de "un hombre de raza gitana" no tiene porqué continuar con "ha robado un banco" sino "ha salvado a un niño" o "ha salvado a un niño blanco". ¿Sería ese adjetivo "blanco" también racista?
"Moro" no tiene porqué llevar la coletilla de "de mierda". Es más, al posicionarte en que sólo cabe esa posibilidad es cuando te reafirmas como racista, y no al contrario. No sé si me explico.
Cuando le intenté explicar que en mi opinión "moro" no tiene un sentido intrínsecamente negativo, me dio a entender que no compartía mi opinión. ¿El motivo que me dio? Que tiene una carga histórica muy importante. "-Entonces -intervine- y siguiendo esa regla de tres, judío es también un término peyorativo". "Sí señora" fue toda su respuesta.
Y ahora yo reflexiono y llego a una conclusión. Judío es peyorativo, ¿y cristiano? Al afirmar que judío es peyorativo y cristiano no, ¿no te estás poniendo al mismo nivel de los racistas? (por cierto, si el Ser Humano no tiene razas... ¿no se supone que el término racista es incorrecto o no debería existir, al menos no en ese sentido?)
"¿Qué palabra debemos utilizar, entonces, para destacar el origen o los rasgos físicos de una persona?" "¿Y para qué los quieres destacar?" "En algunos casos es necesario" "Entonces no uses asiático; usa mongoloide". Un periodista tiene que tratar de llegar al máximo público posible. ¿De verdad piensa mi profesor que el significado de la palabra mongoloide lo va a conocer todo el mundo? No lo creo...
En conclusión, y para que no deduzcáis que discuto sólo porque me gusta llevar la contraria -que también, de hecho si os dais cuentas cuando me refiero a solamente planto cara a la RAE acentuando el "sólo"- sino porque creo que para luchar contra el racismo primero hay que superar las barreras que nos vienen impuestas de siglos anteriores y librarnos de los prejuicios. Cada cual se debe sentir orgulloso de su origen y de lo que es. Puede que esté equivocada y sea totalmente incorrecto todo lo que anteriormente he dicho, pero hoy por hoy, y con la educación que me han dado, puedo afirmar que sé de lo que hablo.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Periodismo

Comienza una nueva etapa y la asumo con positivismo. Clase nueva, gente nueva, casa nueva, situación nueva. Estoy segura de haber efectuado la mejor elección que podía en lo que a carrera universitaria se refiere. Periodismo. Me siento a gusto, me cae bien la gente, me gustan las asignaturas y por el momento no odio a ningún profesor.
La vida que me transmite esta carrera es increíble. Una profesión en la que te tienes que buscar la vida, hacerte valer por ti mismo, comunicarte y saber expresarte. Viajar, conocer gente y lugares. Criticar, aprender a ordenar tus ideas y así poder informar al prójimo con claridad. Formar juicios y opiniones. Tratar de llegar a la gente. Trabajar, probablemente, a cambio de una remuneración ridícula; pero conforme con tus gustos y aptitudes. Por simple vocación.
Me encanta oír decir a la gente que periodismo es la carrera más bonita del mundo.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Pragmatismo

¿Quién no ha condicionado alguna vez su forma de pensar a las circunstancias que se desarrollan? Saber cómo actuar en cada momento es importante. Saber hacer creer al prójimo que opinas una cosa cuando en realidad no la opinas, es importante. Siempre que te beneficie. Escribir como si algo te indignara cuando en realidad te indigna el caso contrario, o te da exactamente igual el tema en cuestión. Mirar fijamente a alguien asintiendo con la cabeza y dándole a entender que lleva razón -sólo cuando te merezca la pena, o sea, cuando te interese; no se trata de dar la razón a todo el mundo, cada uno debe defender sus propias ideas- en todo, cuando lo que te estás diciendo a ti mismo/a es "este tío/a no tiene ni puta idea". No se trata de ser hipócrita, se trata de ser práctico.

Sin embargo, más allá de todo esto, considero completamente imprescindible saber qué opinas tú realmente al respecto del tema en cuestión. Puedes mentir o engañar al prójimo, ya sea con palabras o con gestos. Pero nunca, jamás, debes mentirte o engañarte a ti mismo.

Por cierto, en contra de lo que podáis pensar, no creo en el pragmatismo estricto.

domingo, 28 de agosto de 2011

Historia del Arte

Adoraba esta asignatura. Sin embargo, ella no era mi profesora favorita; no sé si se debía a la expresión de su rostro, a la monotonía que transmitía en la mayoría de sus clases o a lo difícil que era sacar buenas notas en sus exámenes.

La cuestión es que pasados estos tres meses me doy cuenta de que con ella es con una de las personas que más aprendí a lo largo de bachiller.

Ella me enseñó preciosos cuadros e increíbles esculturas. Edificios arquitectónicos imposibles de concebir. La magia del color y la majestuosidad de la monumentalidad. Me enseñó a reconocer el periodo de una obra de arte simplemente por sus formas o sus materiales. Hizo hincapié en que lográramos diferenciar las líneas y reconocer los escorzos y la curva praxiteliana. Ayudó a que muchos concibieran a Picasso de una manera diferente; más como un estudioso que como un loco ignorante. Nos confesó que su pintor favorito coincidía con el mío y nos contó la biografía de cada uno de los pintores impresionistas destacables. Aprendí lo dura que ha debido ser a menudo la vida del artista; cobrando una miseria por los cuadros o volviéndose locos en el peor de los casos; viviendo del alcohol como método de escape.

Se notaba su amor hacia el arte cuando daba explicaciones de alguna obra. Se emocionaba citando los detalles de El Rapto de Proserpina o el David de Miguel Ángel. Nos explicaba porqué en el Regreso del hijo pródigo, éste tenía un pie descalzo y vestía de color amarillo. Admiraba los trazos de un Van Gogh que conseguían reunir profundidad, perspectiva y belleza. Manifestó su contrariedad hacia algunas de las obras vanguardista pero procuró que las entendiéramos.

Definió el arte como una capacidad propia del ser humano de crear belleza. Una belleza que ha perdurado y evolucionado a lo largo de los siglos, adaptándose al contexto social y político de cada época y, que espero, siga perdurando. Infinitamente.

domingo, 19 de junio de 2011

Finales

Es increíble la forma en la que sigo negándome a ver el final. Despedirme de aquello que significa tanto no es nada fácil. Esto se acaba con todo lo que ello conlleva. Sí, para mí, mientras quede un resquicio de esperanza de volver a vernos todos juntos (en este caso pasado mañana) aún no habrá acabado. No al menos definitivamente.
Lo peor es que cada vez tengo más claro de que a pesar de que, con algunos -afortunadamente- seguiré hablando y quedando, con otros el contacto se perderá de manera irreversible. Creo que nunca terminaré de entender por qué la gente puede llegar a cambiar tan rápida y bruscamente. Como se puede forjar una relación tan estrecha y que se deteriore con tantísima velocidad. Que no digo yo que nada de esto esté pasando, y que tampoco niego que sean solamente paranoias mías. Tampoco me extrañaría demasiado. Lo extraño es que no me enfurece; me entristece. Me entristece pensar que a algunos los voy a perder y lo peor de todo, que esta pérdida será absorbida con indiferencia por partes de ciertas personas. No sé. Es como un tanto y de repente tan poco...

jueves, 2 de junio de 2011

Vida

Me siento orgullosa de la vida que he llevado porque he sido yo la que ha elegido como vivirla. En mis dieciocho años de vida, he aprendido que lo importante no es cuántas veces caigas, sino cuántas veces te levantes. He conocido muchas ciudades de España, aunque aún -y por desgracia- no haya salido del país. He sido consciente de que no he tenido una infancia demasiado fácil, y tampoco una juventud sencilla, pero que esto me ha hecho ser tal como soy. Sé que soy muy cabezota, que el orgullo me puede y las malas contestaciones también. Que soy muy impulsiva y al momento me arrepiento. Pero también sé que tengo la suerte de querer y sentirme querida, de tener unos amigos que valen oro y de poder sonreír cada día disfrutando de los pequeños placeres que te da la vida. Sé que a pesar de todo suelo saber ver la luz al final del camino y aferrarme a ella por muy negras que vea las cosas, porque si algo me ha enseñado la experiencia es que de todo se sale, aunque con mayor o menor grado de dificultad. He aprendido a pensar por mí misma y cuando no sé que pensar, lo reconozco y espero a que se aclaren mis ideas, pero nunca me posiciono según lo que alguien piense. He descubierto la magia del arte y lo bello de la vida. Tengo emociones cuando veo obras y recuerdos cuando reconozco olores. Me siento orgullosa de haber nacido donde he nacido y de haber elegido las amistades que he elegido. Me siento, en fin, orgullosa de ser una persona más de este mundo. Me siento agradecida por haber podido disfrutar de todas las cosas que he disfrutado, y de sufrir por todo lo que he sufrido. Vivir todo lo que he vivido, porque como la vida no hay nada.

miércoles, 1 de junio de 2011

Y pensar

Y pensar que ya no volveré a oír el “rápidamente, ¿ah?” de Mª Ángeles, el “bueno” de Juan Bautista, el “un minut de silenci” de Xavi, el “es decir” de David Cerdán, el “calles estrechas y tortuosas” de Ana Pastor, el “más cositas” de Lorena o el “pággoco y sus intenciones” de Verónica.

Todo se irá perdiendo y nuestros futuros se dispersarán. Habrá gente a la que siga viendo y gente a la que no. Y la verdad es que no tengo ninguna gana de acabar todo esto que empecé hace años; y no me refiero al colegio, sino a las amistades.

Tengo miedo de no volver a ver sus caras, de no escuchar sus risas, de no oír sus tonterías.
Gracias por darme la oportunidad de conoceros, gracias por cada sonrisa. Gracias por aguantar mis malos humores y mis bordes contestaciones. Gracias por estar ahí. Gracias por cada gesto, por cada favor y por cada día. Gracias por haber hecho que me sintiera tan bien. Gracias también por cada golpe, porque me han hecho madurar y comprender la realidad de las cosas. Gracias, alumnos, profesores y demás porque me habéis enseñado mucho. Gracias por ser simplemente vosotros.

lunes, 30 de mayo de 2011

Cambiante

En muchas ocasiones la gente no es lo que parece, pero eso a día de hoy ya no me sorprende. Absolutamente a todos se nos va la pinza de vez en cuando, pero la bipolaridad de algunas personas me parece increíble. El humor es variante y soy la menos indicada para hablar en este punto; pero los cambios de idea en menos de dos horas me resultan inimaginables, hasta que los vivo en gente cercana y me doy cuenta de que están ahí y no tienen porqué desaparecer. Cada persona es como es, pero no entra en mi cabeza como se puede ser tan cínico de cambiar de opinión según convenga, según la situación.
Sigo admirando a la gente que tiene claros sus principios y no se deja liar con facilidad.

viernes, 13 de mayo de 2011

Recta final

Huele a despedida. No podría decir exactamente qué se palpa en estos últimos días en los que los sentimientos se confunden y se aglutinan; nerviosismo, tristeza, alegría...
No han sido los profesores los únicos que me han enseñado algo a lo largo de estos últimos años. También lo han hecho mis compañeros. Con ellos aprendí que efectivamente la juventud, y en especial el bachiller, es una etapa que no se olvida en la vida de una persona. Ellos han hecho de estos dos últimos años un periodo especial en la que he compartido momentos, experiencias, conocimiento y aprendizaje. En la que he ganado amistades y también madurez, aunque a veces no lo parezca. Ellos, cada uno, con su carácter, sus manías, sus defectos y virtudes, han contribuido en mi formación personal. Todos escogimos la modalidad científico-social del bachiller y contribuimos a transformar a nuestra clase una "piña" en la que nos llevábamos bien y compartíamos vivencias. La risa se convirtió en una costumbre de nuestro día a día. Resaltan de nuestra clase lo "quejicas" que somos; yo creo que más que "quejicas" somos peleones, e incluso pienso que a veces nos quejamos por quejarnos, por llevar la contraria o simplemente incordiar al profesorado, pero todo de buen rollo. Porque si algo resaltaría de mi curso, especialmente de mi clase, es el ambiente que en ella se respira, tanto en la relación alumno-alumno como en la de alumno-profesor. Estoy convencida de que no somos una clase normal y eso me gusta.
Nunca olvidaré estos dos años y esta compañía. Aunque estoy segura de que me equivoqué y debería haber elegido la modalidad de humanidades, no cambiaría por nada la clase en la que me ha tocado estar. He conocido a gente de la que antes sólo sabía su nombre, como mucho apellidos; y he descubierto el increíble cariño que puede tomarse a una persona en menos de dos años, la pena que se puede llegar a sentir porque se acabe esta etapa, cuando todo el mundo se queja de lo aburrido que es asistir al colegio. Sé que en verano no será lo mismo: ya no tendré que despertarme a las seis y media de la mañana, llegar a clase , verles a todos y esperar a que termine el día con la certeza de que al siguiente volveré estar en el mismo lugar.
Tizas voladoras, imitaciones a los profesores, paranoias absurdas, recuento de palabras que dice el profesor, conversaciones entre risas, bandejas de objetos perdidos, peticiones insistentes a los profesores para que nos digan alguna pregunta del examen (que nunca conseguimos), recreos, insultos de broma, chistes, comidas, clases de mitjà -¡perdimos a nuestro mejor fichaje!-, lenguaje secreto que sólo nosotros entendemos, juego de miradas y sobre todo, esa sensación de sentirse totalmente a gusto en el día a día. Y ahora, casi sin darnos cuenta, cada taquilla está vacía.
Sólo puedo añadir que les voy a echar muchísimo de menos a todos, y al conjunto de la clase. Desearles lo mejor en sus carreras y en sus vidas, que bien merecido se lo tienen.
Cada final es un nuevo comienzo. Sólo el tiempo dirá si mejor o peor que los anteriores, pero al fin y al cabo la vida te otorga etapas a las que tienes que saludar -que te harán llorar, reír, odiar, querer, vivir, pasarlo mal, divertirte, tomar decisiones, demostrar sentido común, elegir, aprender, olvidar...- pero también despedir.

El adiós es muy definitivo. Soy de las que prefiere utilizar un "hasta luego" o "hasta siempre".

sábado, 16 de abril de 2011

Comillas

"En la vida hay dos tipos de personas: los que merecen morir y a los que hay que matar". Las comillas simbolizan una citación, una polifonía, una intervención; la seguridad de que eso que estás escribiendo no ha sido responsabilidad tuya. No se te ha ocurrido a ti. Seguramente cuando una persona piensa en una frase, hay otra persona en el mundo que la pensó antes; pero en la mayoría de ocasiones eso, uno mismo, no lo puede saber. Hoy he leído, no recuerdo dónde, la manifestación del "odio" -en mi caso rabia- que produce el leer frases que la gente considera como suyas, como si ellos las hubieran inventado, cuando seguramente las habrán sacado de alguna canción, película o serie, y en algún caso extraordinario, de un libro. En cualquier caso, no considero necesario citar el nombre del autor de esa frase que, por un motivo u otro -sentirse identificado, pegar con tu estado de ánimo, con tu forma de pensar, o por simple agrado- quieres exponerla. Para algo está google. Que tampoco queda feo decir de quién o de qué es, conste. Pero eso es secundario, se puede dar importancia que no dársela a ese asunto en concreto. No sé si me explico.
La situación que me enfurece es la producida cuando alguien elige una frase y la toma como propia cuando nada tiene que ver con su personalidad, con su forma de pensar o con sus gustos; simplemente porque piensa que así puede reafirmar su autoestima, crecerse, parecer interesante. Y si no entiende la frase, apaga y vámonos. Ahí ya no hay nada que hacer, como mucho darse cabezazos contra la pared. Tanto ignorante vestido de intelectual. Como decía aquella canción, "los animales se han puesto traje". Escribir por escribir, escribir paranoias que la misma persona no entiende pero que bueno, suenan bien. Y es lo que vende. Y el criterio a la basura, porque con criterio no se va a ningún lado y con fama sí. Quiere parecer listo y se queda en patético. Me gustaría ver qué dicen cuando alguien le pregunta a qué viene esa frase. Lo primero que se le pase por la cabeza, seguro. Y eso si hay suerte y se le pasa algo.

lunes, 11 de abril de 2011

Indecisión

Estaba escuchando el otro día una canción que decía así: "Sigue siendo necesaria la respuesta colectiva (...) no apagará nuestra llama ese viento, aunque nos falte el aliento y no se cierre la herida. (...) y que ruge, grandiosa, una revolución. No nos asusta tu veneno, que no, y tus jaulas sirven de poco si nos queda el habla (...) Tiembla, que empuñaremos de nuevo las piedras, retumbaremos por toda la tierra, nuevas raíces despiertan".


Me sorprendió lo directa que era la letra de la canción y comencé a darle vueltas al asunto. Veo que conforme pasa el tiempo, la gente tiene las ideas más y más claras en lo que a política se refiere y yo no logro ser tan determinante, tan decisiva. Pienso que lo primero es defender tu ideología con argumentos, y no pensar por pensar o porque la gente piensa. O al menos piensas que piensan, porque realmente luego son pocos los que reflexionan y los que han llegado a una decisión por sí mismos y no por la masa. Mantengo que existen unas ciertas verdades que no se pueden negar y que son indiscutibles, y ésas las seguiré defendiendo hasta la saciedad; pero a decir verdad no me considero tan inteligente como para, a día de hoy -quién sabe mañana-, formar un juicio perfectamente razonado sobre la absoluta preferencia a un tipo de ideología. Tengo  amigos anarquistas, amigos socialistas, amigos conservadores... De todo tipo. Casi todos ellos poseen una cabeza bien amueblada y aunque de ideas diferentes, todos son buenas personas -por supuesto que una cosa no quita la otra-. Sea como sea, no me gusta que me intenten conducir a un determinado camino a la fuerza; me considero ya lo suficientemente mayor como para poder decidir por mí misma y ser yo quien utilice mi cerebro y no el resto. En fin, que me siento una idiota indecisa en un mundo que no me espera, y sé que no hay prisa ni premio por decidir plenamente, que nadie es perfecto y que toda "estructura" tiene fallos; pero me da rabia ver que a mi alrededor las cosas son muy claras y que en mi interior se tornan, mágicamente, oscuras.

domingo, 10 de abril de 2011

Rutina

Rutina. Cuando una persona escucha, lee o escribe esa palabra puede invadirle un cierto sentimiento de monotonía, de tristeza, de claustrofobia. De necesidad de que desaparezca.
Siempre que oigo mencionar esa palabra, es en un sentido negativo: "Tengo que escapar de mi rutina", "resígnate a ello; es una rutina", "viajo para cambiar de aires, para acabar con la rutina".
En mi caso no es así. Me encanta hacer cosas diferentes, cosas nuevas. A menudo siento la necesidad de viajar, de cambiar de aires, de moverme. Me desespero cuando estoy mucho rato en un mismo sitio o haciendo una misma cosa. Puede parecer contradictorio, pero en cambio, hoy por hoy, me gusta mi rutina. Me gusta despertarme por la mañana y apresurarme a parar el despertador del móvil por el desagradable sonido que emite. Me gusta ir al baño, lavarme la cara y volver a mi cuarto, donde mi conejo me espera impaciente. Me gusta abrirle la terraza y que él salga mientras yo le pongo comida, a la que él se lanza en medio minuto. Me gusta sentir cada mañana indecisión por qué ponerme y acabar mirando el reloj y desesperarme por lo rápido que pasa el tiempo. Bajar las escaleras dando tumbos, somnolienta; hacerme el cola cao con el pijama puesto, esperar a que se caliente la leche, parar al microondas antes de que pueda avisar. Tres cucharadas de cola cao y otras tres de azúcar. Sentarme en la mesa, controlar el reloj de la cocina, que siempre va mal pero sirve para que no llegue tarde. Subir y vestirme, ir al baño, terminar todo antes de las siete y media porque sino pierdo el autobús. Acercarme a la parada y sentarme en ésta, saludando al chico que siempre está ahí, que me devuelve el saludo y acto seguido baja la mirada. Y yo la aparto hacia la derecha, observando el cartel publicitario de la parada, a ver si lo han cambiado o está el mismo que ayer. Fascinarme con la magia de la publicidad, los hermosos ojos de las modelos, la brillantez de las joyas que relucen, las burbujas de algún medicamento. Escuchar un "hola" y girarme para saludar a la guapa chica rubia de ojos azules y pelo largo. Terminar hablando con ella de cualquier tema mientras esperamos el bus, siendo los preferentes el colegio y el tiempo. Siempre me cuenta que lleva dos jerseys y va a pasar calor, que lleva dos medias pero va a pasar frío, que lleva el polo de manga corta pero aun así se va a asfixiar. Que se arrepiente de haberse puesto medias y no leotardos.
Y entonces llega el autobús, y nos subimos. La dejo pasar a ella primero, y luego entro yo. Saludar a la monitora y encontrarme con el ya familiar "buenos días, Lis" de Héctor, el conductor. Sentarme siempre en el mismo asiento, a mitad de autobús, en el lado de la ventana, dejando la mochila al lado y acomodarme escuchando música. Cada día hacemos el mismo recorrido, pero yo siempre le noto algo diferente. Una persona que nunca había visto, un perro paseando, un columpio en el que nunca me había fijado. Saber que hay doce palmeras en un camino; un bar, un veterinario, un portal, otro bar, un restaurante. Esperar a que termine el trayecto y bajarme del autobús con un "adiós" o un "hasta luego" cuando salgo por la puerta. Dirigirme al pabellón, subir las escaleras, entrar a clase saludando a las poquísimas personas que ya han entrado. Abrir las persianas si no están ya abiertas, maldiciendo que aún sea de noche y yo no esté en la cama. Esperar sentada encima de un pupitre cualquiera hablando con algún compañero. Sergio entrando con su peculiar saludo, un buenos días rápido que hace desaparecer la "n" y alargar suavemente la "s". Laura que llega con su hola, que se pone a charlar con nosotros. Recordarle a Víctor que me debe un abrazo. Ver como la clase se va llenando hasta que llega el profesor y todos nos ponemos en nuestro sitio tras sacar los libros de la taquilla. Pasar las clases y los recreos en la mejor compañía. Esperar a que sea la hora de salida y subirme en el autobús, hablar con Vero de cualquier tema, quejarme siempre de que tengo hambre. Llegar a casa, bajarme despidiéndome. Abrir la puerta y esperar a que Suri me salude, saludo que nunca llega, excepto cuando voy a casa de mi padre. Llamar al trabajo de mi madre acto seguido, preguntándole siempre qué hay de comer, aunque ya lo sepa. Y pasar el resto de la tarde hasta que ya sea de noche y convenga irme a la cama, sabiendo que aunque me acueste pronto, me dormiré tarde.

Sobre mí

Es extraño. O quizás soy yo la extraña. Quién sabe. Soy una de esas personas que se interesa por lo que nadie se interesa, que se fija en lo que nadie se fija, que se detiene en lo que nadie se detiene, que disfruta de lo que nadie disfruta. Soy una de esas personas que procura conocer la realidad desde todas sus perspectivas; que procura fijarse en cada detalle que por irrelevante que parezca ser, luego acaba adquiriendo un sentido. Puede que nunca llegues a conocerme del todo, o que me conozcas bien ya desde el principio. No quiero ser popular, no pretendo tener más amigos que otra persona o que mi nombre figure en listas.
Me gusta el frío. Me encanta también tumbarme al sol, sentir la brisa veraniega y los rayos en mi piel; pero me agobia el calor y enseguida tengo que adentrarme en el agua; razón por la que puedo pasarme las horas muertas buceando hasta terminar como una pasa. Adoro los paseos de antaño por las calles de Madrid. Tras la mudanza esto se perdió, ahora cada lugar está en una esquina, y cada persona está en su mundo. No te sientes uno más cuando paseas entre la multitud. No tienes la sensación de que te acogen sin hacer preguntas. Soy desconfiada, desconfiada como nadie. No es que tenga un trauma, sino que temo poder tenerlo. Pienso que es bueno no fiarse nunca demasiado de nadie con el que no sientas que puedes confiar absolutamente. En la única persona que estás seguro de que vas a poder fiarte sin riesgos es en uno mismo. Y a veces hasta eso cuesta.
Soy reservada. Tan reservada que a la gente le cuesta creerlo. Sin embargo siempre digo lo que pienso. Puede parecer contradictorio; pero me gusta ser sincera, y decir las cosas de forma directa. Me gusta ir al grano, aunque mis palabras puedan sonar frías. Mis palabras son mías y yo elijo cómo pronunciarlas. Me queda el consuelo de que tendré todos los defectos del mundo y tres más, pero no me considero una persona falsa ni hipócrita; en seguida se me nota cuando algo —o alguien— no me gusta.
Me gustan los pequeños detalles, porque son los que nunca se olvidan, y a menudo los que más se disfrutan. Adoro pasear por la playa de noche, cuando la arena está fría; sentir el tacto de cualquier objeto, alimento... Escuchar los sonidos que ofrece la naturaleza, dormir con lluvia, andar descalza, el olor a café por las mañanas, el del césped recién cortado, el sonido que hacen las hojas secas al pisarlas cuando llega el otoño, el inmenso placer cuando alguien te dice que te va a echar de menos y es verdad, las muestras de cariño...
Mi sueño es tirarme desde un acantilado hacia el mar. Sentir la ligereza, el viento. Pienso que debe ser comparable a darse cuenta de eres una pequeñísima parte en este mundo tan inmenso, unos segundos de euforia, para luego sentir el mar sobre tu piel. También me gustaría volar. Adoro la velocidad, y todo aquello que conlleve riesgos. Creo que esto es un rasgo muy característico de mi personalidad. Me gusta probar cosas nuevas. Sé que tengo una libertad y la uso, pero también sé que no tengo intención de limitar la libertad de nadie. Dicen que soy inteligente, pero que mi tozudez no juega siempre a mi favor. Puede que tengan razón.
Me gusta la lengua, la literatura, la música, la pintura, la fotografía, la filosofía, la ética, la historia, la historia del arte, el latín y tantas otras. No sé que quiero ser de mayor, pero sé que quiero ser mayor. Sé que quiero aprender, observar el mundo y adquirir conocimientos. Sé que nunca sabré demasiado. Sé que por muchos libros que haya leído en lo que llevo de vida, y que siga leyendo en lo que me quede de ella, nunca habré leído suficiente. Quizás periodismo, o psicología, estaría bien. Sea lo que sea que vaya a ser, tengo claro que jamás renunciaré a mis principios y no caeré tan bajo como para participar en un programa tipo "Sálvame".
Me gusta sentirme útil. Pido el mismo respeto que procuro dar, y dar el mismo que procuro pedir. Es difícil manipularme, pero me resulta fácil conducir a otra persona por el camino que quiero. Mi color favorito es el verde, pero también me encanta el azul. Tengo un vicio con el limón; me encanta exprimirlos en un vaso, echar agua y tomármelo, y luego cortar el limón sobrante, echarle sal y comerme hasta lo blanco. Me gusta dibujar, leer, salir con mis amigos y divertirme. Odio a la gente hipócrita, esa que habla a la espaldas. Procuro no juzgar nunca por las apariencias, aunque todos debemos reconocer que a menudo esto resulta difícil. Me gusta escribir. Adoro reír y hacer reír a la gente. Conozco mis limitaciones. Sé lo que se me da bien, lo que se me da mal y lo que no se me da. Odio la vanidad, pero más la falsa modestia.
Tengo muchas manías, pequeñas y no tan pequeñas. Me encantaría viajar tanto como pudiera, aprender nuevas culturas. Me gustan las curiosidades. No me considero una persona cotilla, aunque busco saber. Me gusta pasear. Adoro a mi perra, a mi conejo y a mi pájaro. Adoro a mi familia. Soy antitaurina. Me gusta que la gente me cuente sus cosas y que me pida ayuda, aun cuando yo no suelo pedirla. No me gusta hablar de mi vida privada, y odio a la gente que se interesa sólo por desmentir o inventar rumores. Soy supersticiosa selectiva. Me gusta el nombre que eligieron para mí. Me encantan los animales. Echo de menos a Lena. Echo de menos a mis abuelos, especialmente a la yaya. Pero la recuerdo sonriente, dejando que me arrastrara por el suelo, regalándome un pintauñas nuevo, o unos bombones que yo devoraba. Me encanta el chocolate. Últimamente me gusta más el pescado que la carne. Esto denota que a menudo me canso cuando algo se me hace repetitivo.
Mi padre dice que estoy hecha de muy buena madera, pero que esa madera es sumamente difícil de talar. Que rompo alguna que otra herramienta cuando se intenta. Nadie me conoce mejor que yo misma. Sé que he nacido para ser independiente. Según el día me irrito con facilidad o tengo paciencia. Y según la situación.
Me gusta la política, pero no los políticos actuales; todos —o casi todos— lo hacen mal. Conozco la sociedad en la que vivo, y estoy advertida del peligro. Sé que poca gente se atreve a ser diferente.
No me gustan las bebidas con gas. Me duele ver muchas faltas ortográficas juntas. Me gustaría escribir algún libro, pero prefiero relatos o reflexiones cortas; además, nunca consigo continuar una historia. Adoro a mis profesores de lengua y de historia, pero sobretodo al de valenciano. Odio que los profesores den a entender sus preferencias política o su ideología ante un público que está en pleno periodo de formación.
Me gusta la gente de la que estoy rodeada, al menos por norma general. Conozco los fallos de las personas más cercanas, y ellos conocen los míos. Otro de mis sueños es aprender a tocar el piano. Me hubiera encantado hacer ballet, aunque lo considero muy sacrificado. No sigo casi ninguna serie. Me encanta Disney; en especial películas como Aladdín, Hércules, la bella y la bestia; o series como Phineas y Ferb. Cometo imprudencias, pero es algo que procuro arreglar, o al menos cubrir.
Considero la música una parte muy importante en mi vida. Paso horas diarias escuchando canciones. Pero lo que más me gusta son los caminos difíciles, complicados; aquellos que cuando logras conseguir sientes una satisfacción interior no comparable ni de lejos con el esfuerzo que te hubieras podido ahorrar. Esas vías que dan una sensación de plenitud que, aunque temporal, hace que te sientas bien.
Tengo muchísimos problemas en mi vida personal, pero no amargo al resto con ellos. No los cuento y no dejo que me afecten a la hora de ofrecer mi ayuda y una sonrisa a todas mis amistades. Lo sé, es un problema no exteriorizar lo que sientes.
Me encanta mi clase, pero estoy convencida de que tenía que haber realizado el bachiller de humanidades. Tengo otro blog que abría hace años pero he preferido "cambiar de aires". Pienso que ya es suficiente y voy a dejar de escribir sobre mí, porque quien me conozca de verdad ya sabe cómo soy y no necesita más datos. Así soy yo. Soy una extraña rodeada de personas normales, o quizás sea al contrario. Soy una de esas personas en las que por cada virtud se encuentran ocho defectos.