jueves, 28 de junio de 2012

Primero de periodismo

Cada final es un nuevo comienzo.
Lo que hoy he vivido es el final de mi primer curso de periodismo y el principio de mi nuevo verano.
Las impresiones han sido muchas y muy variadas: recuerdo que el primer día llegué sin conocer absolutamente a nadie —cosa que en realidad no me importaba, ya que pensaba (y pienso) que tiene más aspectos positivos que negativos— en una clase de más de 150 matriculados, cuando en el ambiente se respiraban nervios, miedo, curiosidad e ilusión.
Los primeros días ya conocía a varios grupos de mi clase y de segundo curso (a raíz de un tuit muy poco afortunado, pero ésa es otra historia).
Poco a poco, como en todo, empecé a formar un grupo de amigos más reducido pero mucho más estable.
Dani es diferente. Extrovertido, algo gruñón, con un sentido del humor muy especial y con el que nunca puedo parar de reír. Alicia trata de ocultar con sus ocasionales borderías el gran corazón que tiene. Creo que Miriam es la persona más comprensiva del grupo y con mayor empatía. Cristina, responsable y trabajadora como la que más, virtudes que comparte con Lucía. Javi, la calma personificada, y el que se lleva más reproches a raíz de sus chistes malos. Inma, más callada, pero también muy buena persona. Sam, que aunque se pase todo el día llamándome gorda sé que lo hace desde el cariño. Sergio, simpatiquísimo. Rocío, mi psicóloga particular, y Noelia, esa rubia risueña que tiene solución para todo.
De los profesores, mis favoritos han sido Avilés, Beatriz, Ferrús, Javier y Ferris (antes de lo de sus artículos, que también es otra historia que será contada en otro momento).
En realidad, este primer año era fundamentalmente teórico y a penas he hecho cosas verdaderamente relacionadas con el periodismo. Sin embargo, a mí me ha encantado la compañía y el curso.

miércoles, 13 de junio de 2012

Y a veces se enfada consigo mismo, porque sabe que tiene al lado todo lo que necesita, y que a pesar de ello no puede evitar añorarla. Que quiere a esa persona que le apoya todos los días, pero que echa de menos esos profundos ojos azules, esos labios sensuales y esa manera de hablar. Que no la cambiaría por nada, ni siquiera por ella, con la que parece que compartía un vínculo. Que cuando hace el amor con ella, es en ella en la que piensa; no se imagina a esa otra mujer. Pero cuando duerme, no es ella quien ocupa sus sueños. Y la maldice, la maldice por no saber qué es lo que siente ni cómo dejar de sentirlo. La maldice porque le rasgó el alma y su mirada aún le intimida. La maldice por todo lo que para él significa. Procura dejar de verla, pero cuando por casualidad se encuentran no puede evitar que el corazón le dé un vuelco al contemplar sus ojos del color del cielo. Y que cuando sabe que puede coincidir con ella, no puede evitar buscarla entre la multitud, debatiéndose entre las ganas de saber de ella y la certeza de que lo que está haciendo está mal. Y se acuesta pensando que es la peor persona del mundo. Y cuando consigue concebir el sueño, de nuevo aparecen en él su amable mirada celeste.