lunes, 28 de noviembre de 2011

Antes de morirme

Antes de morirme, quiero recorrer el mundo. Mi destino preferido es Nueva Zelanda. De Europa me gustaría conocer sobre todo Italia, especialmente Florencia, Venecia y Roma. Y Grecia. Londres y Francia son también países que me gustaría visitar.
Antes de morirme, quiero practicar deportes de riesgo. Puenting, paracaidismo, barranquismo...
Antes de morirme, quiero aprender a esquiar. Quiero leer millones de libros y escuchar millones de canciones. Ver buen cine y asistir a todas las obras de teatro posible. Contemplar de cerca la belleza de la danza clásica. Aprender a tocar el piano, mejorar la equitación y desenvolverme -aunque sea un poco- con el patinaje sobre hielo.
Antes de morirme, quiero conocer a una nieta a la que me encantaría que llamasen como yo. Inventar un chip que sirva para localizar lo básico: móvil, llaves y cartera. Pintar toda una habitación como de un lienzo se tratara, independientemente de que luego no la use o la vuelva a pintar.
Antes de morirme, quiero escribir y publicar un libro y muchos relatos y artículos de opinión. No busco ser especialmente conocida pero me encantaría poder ganarme la vida con ello.
Antes de morirme, quiero dibujar miles de cosas y aprender al menos dos idiomas más. Mejorar el inglés. Me encantaría tener dos carreras: periodismo y psicología o periodismo y bellas artes. Incluso las tres, por pedir que no falte.
Antes de morirme, quiero escribir una carta a todos aquellos que han significado algo para mí. Tener unos hijos a los que querer y a los que cuidar.
Antes de morirme, quiero vivir mil experiencias más, para que antes de morirme, pueda tener diarios y fotos que poder consultar cuando sea una abuelita y que me traigan recuerdos. Buenos o malos, pero míos al fin y al cabo.
Antes de morirme, quiero vivir. Porque como diría Miguel Hernández, yo quiero morir viviendo.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Sinsentidos

A diario me decís que estoy loca, pero desde mi punto de vista vosotros estáis locos y no yo.
Puede que pocas de las cosas que yo hago tenga una razón aparente, pero lo cierto es que no suelo hacer ni decir cosas sin sentido. En mi cabeza la mayoría de las cosas tiene una lógica que vosotros -y he de reconocer que a veces yo también- consideraríais surrealista. Ya he mencionado que casi todas mis manías son completamente absurdas, pero en mi cabeza todo eso tiene un orden que debe ser respetado. Dejar el centro del bocadillo para el final, definir el volumen en un número par, cerrar la puerta y tirar de ella dos veces más antes de irme; dejar los envoltorios de las pastillas sin el papelito que las cubren de aquellas que ya se han consumido, y trocearlo de forma que mi madre siempre grita indignada un "¡mira cómo me has dejado el salón!". Ordenar los libros de lectura en las estanterías según el color, de forma que no quede repetitivo, y asignar a cada asignatura un color determinado; historia amarillo, matemáticas rojo, valenciano naranja... Sentarme con las piernas cruzadas y balancear el pie. No dejar nunca botellas abiertas. Mover el yogurt hasta que quede líquido. Dejarme lo que más me gusta del plato para el final. No tener muchas pestañas y/o ventanas abiertas en el ordenador.
Reconozco que no soy normal, pero porque pienso que todos somos especiales a nuestra manera.

martes, 22 de noviembre de 2011

Memorias

Mentiría si dijera que me voy a olvidar de ti y que no has significado nada para mí. No se puede vivir eternamente de los recuerdos y más en una situación difícil. No niego que haya sido una situación difícil por mi culpa, de hecho no niego que la culpa de todo esto sea sólo mía. Quizás yo no sea más que una niña caprichosa que no sabe lo que quiere, o que no quiere nada y lo quiere todo. No lo sé y creo que nunca llegaré a saberlo.
Creo que nunca antes me había sentido tan mal y puedo asegurar que prefiero que me hagan daño a hacer daño yo. Y más si ese daño se hace a una persona que no se lo merece en absoluto. No quiero extenderme porque igual que yo tomé una decisión, tú has tomado otra y ante todo quiero que sepas que te respeto. Te estoy echando muchísimo de menos y lo voy a seguir haciendo. Nunca antes nadie me había tratado como tú ni creo que nadie lo haga. Fuiste mi apoyo en los días en lo que todo se derrumbaba y te estaré eternamente agradecida. Siento todo el daño que te haya podido hacer, sólo espero que algún día podamos volver a hablar y ser amigos, como antes. Espero saber de ti de vez en cuando. Por enésima vez, te repito que yo estaré aquí siempre que lo necesites, sea la hora que sea y sea para lo que sea. Has significado y significarás mucho para mí y nunca te voy a olvidar. Lo siento, de verdad. Nunca quise hacer daño a nadie, y menos a ti. Gracias por todo. N